El pasado 13 de diciembre tuvo lugar la tercera sesión de nuestro club de lectura de poesía. Si en la reunión de noviembre leímos poemas que giraban en torno al universo del idilio, en esta ocasión los textos leídos y comentados por los asistentes orbitaron alrededor de su evolución en el mundo civilizado: el antiidilio (o la destrucción del idilio).
El idilio poético es hijo de un pensamiento ingenuo de la vida. Según este, la voz poética se construye a través de la identificación y de la fusión armónica del poeta con su tierra natal. Ello da pie a la sublimación de los elementos de la naturaleza. Se trata de una poesía sin escisiones, en la que no asoma la crítica acerca de los valores que permiten el crecimiento familiar o agrícola. El garante último del equilibrio necesario para esta poesía es Dios. El idilio es capaz, por lo tanto, de sustentar la identidad del poeta.
Por el contrario, el antiidilio supone una evolución de un estado de conciencia idílica que se entiende falso o, cuando menos, infantil. En la poesía de la destrucción del idilio, la voz poética ya no puede sustentar su identidad en la tierra natal, que aparece inhóspita, y toda la arquitectura idílica se viene abajo para dar paso a la, en palabras de Dámaso Alonso, “poesía desarraigada”.
Luis Cernuda
El primero de los poetas que suscitó nuestro interés en la línea de la destrucción del idilio fue Luis Cernuda. Y uno de los poemas más comentados en la sesión fue “La familia”. Gracias a este pudimos conectar esta sesión con la anterior, pues precisamente este texto fue el origen del desencuentro entre el sevillano y el astorgano Leopoldo Panero, quien fue protagonista de nuestra sesión precedente como uno de los máximos exponentes de la lírica idílica.
La visión cruda y realista de la familia que enarbola Cernuda en este poema no fue pasada por alto por Panero, quien le recriminó por ello. Exactamente fue este aspecto uno de los más celebrados por los asistentes al club. Y es que la visión ingenua, o al menos acrítica que existe en la línea idílica se destruye aquí, asomando una crítica feroz sobre ciertos aspectos familiares, dando lugar a una visión de la familia como asfixia, infierno y barbarie antiilustrada.
Valgan los siguientes versos como testimonio fragmentario de este poema:
Suya no fue la culpa si te hicieron
En un rato de olvido indiferente,
Repitiendo tan sólo un gesto trasmitido
Por otros y copiado sin una urgencia propia,
Cuya intención y alcance no pensaban.
Tampoco fue tu culpa si no les comprendiste:
Al menos has tenido la fuerza de ser franco
Para con ellos y contigo mismo.
Se ha hablado de la poesía cernudiana como una poesía realista. Pero este marbete es testigo de la falta de una visión filosófica de la literatura que vincule este realismo a la destrucción del idilio. Además, llegamos a un consenso en los calificativos para identificar a la voz cernudiana, hablando de su yo poético como una voz ideológica, crítica. Y es que con Cernuda a veces da más la sensación de escuchar la voz de un filósofo o incluso de un predicador que la de un poeta, se comentó. En cualquiera de los casos, podríamos enmarcar su obra dentro del didactismo crítico, realista y confesional.
César Vallejo
La segunda de las voces poéticas que fue objeto de nuestra atención fue la de César Vallejo. La diferencia que encontramos los tertulianos con la voz cernudiana está en su marcado carácter simbolista y en la tensión poética que consigue Vallejo a través de la exploración de las contradicciones. Vallejo explora, como Cernuda, todos los aspectos del antiidilio y gracias a él crea una poesía sobre la nación difícilmente igualable.
Si Cernuda dio la posibilidad a los jóvenes de explorar una visión crítica de la patria a través de un lenguaje conversacional y un tono confesional, casi de plena autoayuda, Vallejo nos ha legado uno de los artificios poéticos más importantes de la modernidad, ligado a la destrucción idílica. Se trata del desdoblamiento. Si la destrucción del idilio significa la imposibilidad de crear una identidad a través de la patria y de los símbolos del arraigo, el desdoblamiento del yo, e incluso de la misma patria es una conclusión necesaria. El poeta no puede ser uno consigo mismo y la patria tampoco. La división, la crítica se ha instalado en la identidad. Vallejo titulará uno de sus poemas más relevantes “Cuídate, España, de tu propia España”.
Dámaso Alonso
El verdadero centro de la reunión poética lo conformó después Dámaso Alonso. Este nunca se definió a sí mismo como poeta, y afirmó pertenecer a la Generación del 27 tan solo en calidad de crítico, y nunca de creador. Todos coincidimos a la hora de ver en la modestia damasiana el origen de estas afirmaciones, pues su lírica es de las de más altura en la última poesía española.
Hijos de la ira, sin duda alguna, conformó el grueso de los comentarios de la sesión. “Insomnio” fue, de lejos, la pieza más celebrada y comentada por todos. En el caso de Alonso, han sido ante todo tres técnicas las que ha legado a la línea antiidílica, siendo totalmente productivas. Por un lado, el artificio del yo poético que habla como un muerto. Esto ya estaba presente, por cierto, en la literatura oral o tradicional en la forma de los consejos de un moribundo, o incluso en el personaje de la muerte que habla y se aparece. En la poesía damasiana debemos vincularlo a la imposibilidad de crear una identidad, que lleva indefectiblemente a hablar como un muerto.
En segundo lugar, Dámaso se adhiere a la línea, muy fecunda, por cierto, de la poesía como oración, plegaria o salmo, muy presente en las sagradas escrituras y en la mística, dando lugar a una poesía de carácter salmódico y oratorio de carácter cínico, crítico y por lo tanto muy fecundo. Por todas estas razones podemos hablar de que la poesía damasiana se inserta en la llamada poesía del simbolismo hermético, donde la lucha entre el bien y el mal tiene lugar.
Y en tercer y último lugar debemos decir que Dámaso Alonso reivindicó la utilización de un lenguaje poco poético para hacer poesía, sin la cual es incomprensible la poesía moderna en español. Un lenguaje llano y pleno de palabras antipoéticas hasta la fecha, que, de cierto modo, ha llegado a la autoparodia en su más adelantado imitador u homenajeador.
Leopoldo Mª Panero
Nos referimos, claro está, a Leopoldo María Panero, el último de los poetas en cuestión que, debido a la falta de tiempo y a las muchas, informadas y valiosas intervenciones de los asistentes al club, no pudimos comentar. En buena lógica, la obra antiidílica del pequeño de los Panero quedará para otra mejor ocasión. Baste decir que los símbolos o imágenes de la esterilidad, de la muerte de la fecundidad, objetivada ante todo en el poema “Carta al padre”, son un leitmotiv de su obra, que es sin duda, de una altísima calidad, y que es la cumbre de la destrucción del idilio en nuestra literatura contemporánea.
Próxima sesión
Para la siguiente sesión, se informó a los asistentes de que se celebrará el 10 de enero a las 19:00 h. y se les entregó la antología de textos. Los poetas seleccionados son Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca, Dionisio Cañas, Benjamín Prado y José Hierro. Como no podría ser de otra manera, el tema alrededor del cual giran sus poéticas es “la ciudad como infierno: Nueva York”.